ORACIÓN A MARÍA INMACULADA por Federico Sánchez-Alfarache Giner
Parroquia de los Sagrados Corazones – 5 Diciembre 2023
Madre, no sé como empezar.
¿Con un: ……“Ave María Purísima” ?
Así, como si de un acto de penitencia se tratara, encontrándome bajo tus plantas, María.
Para contarte lo que en mi mundanal día a día no consigo contarte.
Aunque bueno, ¿qué puedo contarte que tú no sepas de mí?, si una madre conoce de un hijo hasta la sombra de sus alegrías y de sus pesares.
Pero sí, es necesario que yo venga hasta aquí, como pobre y derrotado bajel, para poder disfrutar de la paz del puerto de tu corazón de madre.
Es necesario que yo venga hasta aquí con esta ilusión para ensalzar tus bondades.
La misma ilusión con la que me despierto cada 8 de Diciembre buscando tenerte sobre mí, sí, amo aquí: yo debajo de ti para ensalzarte.
¿O quizás empezar con un:
“Oh Hermosísima Virgen María,
Gloria de los cielos y reina de los hombres…” ?
Sí, esos versos que decíamos en primero de primaria todos los viernes. Intentando leerlos de nuestra agenda (siempre y cuando las legañas mañaneras nos dejasen) inconscientes de la trascendencia que tendrían en nosotros.
Es la misma oración que más tarde rezaríamos en el final de primaria ya de memoria.
Bueno, aunque alguno que otro todavía miraba de reojo esa estampita que nos diera el padre Fernando Cordero en las misas de niños de la capilla de arriba. La misma oración que rezaríamos en nuestro salto a la ESO, a las clases de los mayores, algunos todavía con esa misma estampita de primaria que llevaba aún en el bolsillo pequeño de la mochila, otros que la rezaban ya con los ojos cerrados pidiendo por alguien y otros que simplemente la rezaban con el piloto automático y la mirada perdida porque eran las 8 de la mañana.
La misma oración que en silencio algunos (entre los que me incluyo) rezaría en aquellas aulas de la escuela de ingenieros donde nos enfrentábamos a la temida selectividad.
La misma oración que imaginásemos en cualquier otro momento en nuestras camas preocupados por algún familiar nuestro, o de nuestro mejor amigo, de nuestra pareja…
Al fin y al cabo, la oración que nos acompañará el resto de nuestra vida. Porque las cosas de Dios son así: si Dios ha puesto en tu cabeza algo, por insignificante que parezca, es porque ya tiene pensado un plan para tí en el que podrás usarlo. Una oración, una idea, un sueño, una persona… y así con todo.
Lo único que tengo certero es: que aquí estoy María. El mismo que hace 19 años se sentó delante tuya por primera vez:
¿Te acuerdas que por entonces te pedí por los abuelos para que estuvieran bien con nosotros? Pues aquí estoy otra vez para pedirte por ellos: para que ahora estén disfrutando contigo del reino.
¿Te acuerdas que te pedía por el partido de fútbol que iba a jugar con mis amigos en el recreo? Pues aquí estoy otra vez, para pedirte por los momentos que me quedan por compartir en su compañía.
¿Te acuerdas que te daba gracias por papá y por mamá por darnos comida y ropa?
Pues aquí estoy otra vez para lo mismo: para darte las gracias por ambos y todo lo que me han dado.
¿Y te acuerdas que yo a cambio te prometía buenas notas y portarme bien? Pues aquí estoy, María, para a cambio darte una vida entera a tu servicio.
Porque qué bonito es una vida a tu servicio.
Al menos eso pienso de lo que a mi parecer (parecer jartible cofrade) he podido vivir:
Esos interminables días de priostía montando hasta el último milímetro de tu altar en compañía de los amigos, las frías noches de noviembre en la que un duro ensayo de costaleros acaba en risas; o la noche del montaje de tu paso que se convierte en una mesa redonda sobre las más ilustres anécdotas ocurridas en tu colegio.
O ser tu costalero: sentir esos tres golpes de martillo que alzan los kilos al cielo por aquellos que entre nosotros ya no están. Escuchar desde fuera un “venga de frente” de voz familiar haciendo eco en la nave de la iglesia. El chirriar de las zapatillas anuncian la venida de María como cada Diciembre. Mi vista consigue esquivar la madera labrada de los respiraderos hasta llegar a aquella imagen de vida, convertida en una mujer (seguramente antigua alumna) que empuja la silla de una anciana que le reza con lágrimas en los ojos, y de fondo suena Marvizón… Un nuevo 8 de Diciembre llegó y con ello el servicio del que más orgulloso me siento: llevar el corazón de María a las casas de aquellos que no pueden venir a visitarlo.
Esto es lo poco que llevo de servicio a ti, pero, ¿y en un futuro? ¿Qué me deparará Dios para poder alabarte? ¿Cómo quiero que sea?
Ya lo sé: quisiera una vida a tu servicio como la de los mayores que me inculcaron el amor a ti, María.
Una vida como la de mis padres a ti, Victoria; como la de Jose Carlos y Dani a ti, Estrella; como la de Jose a ti, Hiniesta.
Pero lo que está claro que todos tienen un nexo común: que alguna vez te han servido a tí, Virgen Inmaculada.
El pasado Domingo el primer evangelio de adviento decía:
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.>>”
Y yo me pregunto: ¿Y qué pasaría si el momento fuera en esta semana?
Creo que es el mejor ejemplo de espera ardiente.
Hay que vigilar despiertos como el niño ilusionado va camino del colegio un 6 de Diciembre a las 9 de la mañana en calzonas y la camiseta blanca para jugar, pero eso sí: en el hombro colgada la camiseta roja, porque nunca se sabe…
Vigilad despiertos como las amigas que han montado el puestecito en el mercadillo del patio de las columnas, para que ningún listillo les regatee ni un céntimo menos.
Vigilad despiertos como el padre que está atento de llevar al niño a balontiro a las 8, luego a ducharlo para la ofrenda de flores, luego para que coma un montaito porque a las 4 tiene arocinta en patinete, luego otra ducha para la vigilia, y al día siguiente lo custodia vigilante desde la acera durante toda la procesión.
Vigilad despiertos como Juan el Pata está atento para darle a la mecha del cohete en el momento justo de la media noche.
Vigilad despiertos como Queco cuando la virgen se va acercando al dintel de la puerta.
Vigilad despiertos como… como María. Que nos vigila a todos desde su capilla, desde el primer día en infantil hasta el último examen final de bachiller.
¿Y tú? ¿Cómo quieres velar la llegada de Dios? ¿Cómo deseas vigilar durante el adviento?
Todo para estar preparados ante la llegada del rey del mundo, el amor de los amores, la buena nueva.
El amor a ti, María, puede ser de muchas formas: mayor, menor, diario, o no… Pero, ¿y tu amor a nosotros? ¿Es cuantificable?
La respuesta a esto me la dio hace unos años el que por entonces era Director Espiritual de Los Estudiantes, D. Álvaro Pereira. Dijo en una homilía “es que María es el Amor.” Este axioma de fe lo argumentaba diciendo: “si no fuera así, no podría hacer esto con la conocida carta del apóstol San Pablo a los corintios:
<< Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo a María, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo a María, no soy nada.
Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo a María, de nada me sirve.
María es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educada ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
María disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
María no pasa nunca.
¿El don de profecía?, Se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, Se acabará.
Pero María, permanecerá. >>
Pues así es, el amor es María y María es amor.
Una simbiosis que se convierte en la unión más fuerte para un cristiano.
Porque en esta sociedad donde el amor está adulterado, donde el amor es de usar y tirar, donde el amor se vende al placer, donde el amor es volátil… Necesitamos de tu ejemplo, María.
El amor incondicional de una madre, que cuando se usa y se rompe, se arregla y se vuelve a usar; el que vence a cualquier vanidad, el que se demuestra con abrazos, con gestos, con ayuda al prójimo.
Claro ejemplo de ello, María, son todos tus alumnos que van a la casa de Regina, van a poner en práctica estos valores que tú les enseñas. Cuídalos en su caminar, porque ellos son los verdaderos ángeles de tu peana.
Virgen Inmaculada, te pido en este día por todos los enfermos. Por Juan Luís, por Consuelo, por Concha, para que seas aliento de santidad en sus pechos.
Te pido por los jóvenes que se enfrentan al futuro incierto: por Ana, por Juanma, por Mantero, por Lucía, y por muchos más; para que seas siempre el faro de sus luchas en el mar de sus años de juventud.
Te pido por nuestros gobernantes y nuestra sociedad, para que seas la aurora siempre hermosa que convierta en limpios los horizontes de sus corazones.
Virgen Inmaculada,
De mi hogar la custodia,
De mis sueños la memoria,
y del adviento su aldaba.
Estandarte de una orden,
Decidida a ser sagrario,
Para sus hijos el rosario,
Y de Dios la consorte.
De esta ciudad su delirio,
Eres de España protectora,
Y dueña de mi corazón de niño.
La que pintara Murillo,
Esa que mi abuela le rezaba,
Para convertirse en su querubín más querido.
Del arte la belleza,
De la luz su resplandor,
Y del blanco la pureza
Porque acuérdate:
Aunque No Quiera Nuestra Sociedad,
Ni LoS Que Critican Tu Bondad,
Ni Los Que Pisan Tu Moral,
Todo El Mundo En General,
A Voces, Reina Escogida,
Diga Que Sois Concebida
Sin Pecado Original.
Porque Bendita Sea Tu Pureza
Y Eternamente Lo Sea,
Y Es Que Todo Un Dios Se Recrea
En Tan Graciosa Belleza.
A Ti, Celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
Yo Te Ofrezco En Este Día
Alma, Vida, Ilusión Y Corazón.
Mi Corazón De Niño,
Mis Ilusiones De Joven,
Mi Vida De Mañana
Para Que Tú Seas Siempre La Reina De Mi Alma,
Desde El Amanecer
Hasta El Ocaso De Mi Existencia.
Que Así Sea.