ORACIÓN A MARÍA INMACULADA por Beatriz Palomo Cabello
Parroquia de los Sagrados Corazones – 6 Diciembre 2022
MEDITADICIÓN ANTE MARIA INMACULADA
Tendría tantas cosas que decirte que no sé ni por donde comenzar…
Esta ha sido la cantinela de estos días, de estas semanas, hasta poder arrancar, abrir el corazón, el alma, y dejarme arrastrar por lo que habita dentro. Gracias a los que habéis puesto vuestra confianza en mí. Ella sabe que todo es obra de Dios y yo un instrumento en sus manos para acompañaros esta noche.
Gracias a la Asociación de A.A. que puso mi nombre en esta misión, gracias a Fede por llamarme, por insistir, por hacerme temblar, y sobre todo por alegrarte con mi SI. Supongo que como a todos nos pasa, al final es Ella la que lo pide y a la que no somos capaces de negarle nada.
Gracias Pepa, amiga, por presentarme, por venir de nuevo conmigo de la mano a esta Iglesia, llevamos mucho camino de nuestra Fe compartido…, aquí un momento más. Y a la Virgen le pido que siga así para siempre. Gracias a los presentes, por estar en disposición de llenarnos de gozo al mirar a la Virgen a los ojos.
A María Inmaculada le pido que os bendiga a todos hoy y cuide siempre de vuestras familias.
Comenzamos cantando, el que canta reza dos veces, que decía San Agustín, y Santa Teresa, que habiendo sido presentada por mi amiga Pepa, no puedo dejar de nombrar a la santa de Tormes que es guía de su vida. Así que empecemos dando lo máximo, y como no he recibido el don de la música, he pedido a mi amiga Rocío, que ponga voz a mi canto, ella que tan maravillosamente lo hace.
Llévame contigo
A todos lados
Que pueda dormir tranquilo
Bajo tu precioso manto
Y llévame contigo
Y no me sueltes de la mano
Y que cuando sienta frío
Note tu cálido abrazo
Y llévame contigo
A donde quieras
Y es que no hay mayor consuelo
Que una madre que te quiera
Y que algún día pudiera
Al cielo ir por tu escalera
Y entender que contigo, madre querida
Valió la pena
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir con humilde devoción
Te quiero con locura, preciosa madre
Tú, el mejor regalo de mi Dios
Que no me canse nunca de mirarte
Y repetir con humilde devoción
Te quiero con locura preciosa madre
Tú, madre Inmaculada Ay, ay, ay, mi corazón
LA MIRADA DE MARÍA
Que no me canse nunca de mirarte…
Mirarte a tus ojos, de frente, mirarte y que tú me mires. No sé de qué color serán tus ojos, pero sé cómo es tu mirada, y lo sé porque no dejas de mirarme a diario, lo sé porque a veces detengo mi vida y siento que estás junto a mí.
¿Cuántas veces sentimos que alguien nos mira y no lo vemos?, hay que vivir con el corazón dispuesto y los ojos abiertos al mundo, para ver que no quitas ojos de tus hijos por muy alejados que nos sintamos de ti. Imagino muchas veces como será ese cruce de miradas cuando llegue al cielo, y tenga que responder de mi vida, porque sé que serás TU quien me llevará de la mano al Padre. Ya me lo has concedido con Juan, siempre te lo pedíamos juntos, y así lo hiciste, y en esa paz me dejaste al venir a recogerle de la mano el día de tu Asunción al cielo, gracias Madre. Tus ojos María siempre puestos en los planes que Dios tenía reservados para ti. Poco eco tuvo en ti el refrán, ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! No pudo un corazón ser más grande que tu confianza ciega en Dios Padre. Tu SI incondicional y valiente es el signo de FE por excelencia de todo hijo de Dios. Firmaste un cheque en blanco a Dios, como quieras, cuando quieras y donde quieras. Sabías de quien te fiabas. Tu Fe te permitió ver con luz aquello que se te pedía, te permitió enseñar a Jesús a caminar los caminos que conducían a Dios, te permitió anteponer la grandeza de la Resurrección al dolor de la pasión y la muerte de tu Hijo y te permitió ser la luz para seguir proclamando que Cristo es nuestro verdadero y único Rey, al lado de los que se quedaron desolados. Que no me canse nunca de mirarte… ¿Y vosotros, cómo sentís que os mira la Virgen?
EL CORAZÓN DE MARÍA
El corazón es el lugar donde, entre otros, guardamos los secretos más íntimos. Es en el corazón donde sufrimos y gozamos, donde disfrutamos y lloramos, desde donde odiamos o nos volcamos amando. Tu corazón, María, vive rebosando alegría por la presencia de Jesús, en estos días por tu dulce espera, y pronto, por tu pequeño entre tus brazos. Un corazón preocupado, un corazón asustado, pero un corazón fiel y confiado. El anuncio del anciano Simeón en la presentación del niño en el templo, preparó tu corazón a los contratiempos que la vida de Jesús de Nazaret te proporcionaría. Y a pesar de todo, tu corazón dolido, incluso defraudado, continuó rebosando alegría, volvías a tener una misión, “Madre, ahí tienes a tu hijo”, y no viviste con su ausencia, porque siempre vivió en ti, no viviste en soledad porque Dios siempre habitó en ti.
¿Es Cristo quién reina en nuestro corazón, es él quien provoca en nosotros vivir felices?
LOS PIES DE MARÍA
Ponerse en camino es sentirse vivo. Lo he podido comprobar este verano en el Camino de Santiago, superando y reconociendo mis limitaciones, pero siempre adelante, dejando al lado del camino todo cuanto es innecesario, todo cuanto ya no es parte de mi vida, todo lo que pesa y no deja avanzar, todo lo que ata y me impide estar viva. María, tú también te pusiste en camino hacia la casa de tu prima Isabel. Dejando al lado todo cuanto no necesitabas. Saliste de tu casa. No te importó nada ¡te pusiste en camino y se acabó! Tus pies son dinámicos. Tus pies nos invitan a salir de nosotros mismos, a no cerrarnos en los cómodos muros de nuestros problemas o éxitos, alegrías o tristezas. María, tus pies nos invitan a salir al encuentro de los demás, para hacerles partícipes de nuestros sueños y de nuestras conquistas, de nuestras inquietudes y también de nuestros fracasos. No esperemos que nadie llame a la puerta de nuestro hogar para reclamar o pedir ayuda. Seamos ágiles, diligentes y serviciales como María, que nuestros pies, lejos de buscar caminos cortos y esquivar miedos, los dirijamos por las sendas que conducen hacia las personas que nos esperan y que, sin nosotros, tal vez no puedan seguir adelante.
LOS BRAZOS DE MARÍA
¿A quién no le impresiona contemplar, tu figura Madre, al pie de la cruz? Tantas veces advertirías a Jesús sobre la necesidad de ser fuertes ante las dificultades, y allí, en el calvario, te tocó a ti ser fuerte, te tocó abrir los brazos y recoger a Jesús bajado de la cruz. Tus brazos abiertos y extendidos. ¡Cuánto se agradecen los brazos extendidos! ¡Y, cuántas veces, tenemos los brazos cerrados ante el drama de muchas personas y ante nuestro propio drama! «Al pie de la cruz estaba María». Cuánto me has acompañado para sentirme fuerte al pie de la cruz, cuánto amor nos has regalado para descubrir que el verdadero sentido de la Cruz es el amor incondicional, el amor pleno, el amor limpio, el amor sincero. Tus brazos María, supieron acariciar a Aquel que estaba llamado a la vida eterna. En Belén, tus brazos recibieron a Jesús con emoción y pobreza. En el Gólgota, los mismos brazos, tal vez más arrugados, caídos y cansados, apretaron con el mismo amor, a un Cristo humillado y desangrado por la humanidad. Más vivo que nunca he tenido mi lema, A Cristo por María. Tus brazos Madre han aliviado el dolor y han aligerado las penas, que sepa vivir Madre con los brazos abiertos incluso al pie de la Cruz.
EL REGAZO DE MARÍA
Y los brazos abiertos abrazan, y entonces, sientes el calor de ese regazo confidente, de tus buenos o malos momentos, de tus noticias positivas o negativas, de los éxitos o fracasos. No hay nada tan grande, como tener un regazo confidente. Tu regazo Madre es ese lugar en el que nosotros confiamos. Pero, además, es ese rincón al que siempre podemos acudir en busca de sosiego, paz, serenidad y respuestas. Cada vez que pongo mi oído en tu pecho, María, siento el palpitar de una mujer que quiso ser grande desde lo pequeño, la entrega y la obediencia. Tu regazo María simboliza el pecho del mismo Dios, pues en tu pecho late el corazón de Dios.
EL OIDO DE MARÍA
Oír y hablar.
Se habla mucho y se escucha poco.
Y solo en el silencio podemos escuchar lo que nuestra conciencia o nuestra alma tienen que decirnos.
María, en el silencio, acogiste las palabras del Ángel. En el silencio supiste asumir las exigencias que Dios te tenía preparadas. En el silencio esperaste a Jesús en Belén, y lo seguiste y acompañaste hasta llegar al pie de la Cruz, en silencio María, entre otras virtudes, cultivaste la de «saber escuchar».
“Y todo lo guardaba en su corazón”, todo lo que entendías y lo que no, lo que te gustaba y lo que no, lo que te alegraba y lo que te hacía temblar de miedo.
¿Tan difícil es escuchar con amor, escuchar desde el corazón, escuchar y consolar, escuchar y compartir, escuchar y permitir que el otro se sienta escuchado?
Escuchabas en silencio la palabra de Dios, y lo hacías vida, meditándolo dentro de ti, en silencio. Aquí, tu secreto, oír la Palabra y llevarla a la vida, en silencio.
LA VOZ DE MARÍA
¿Cómo sería tu voz María?
Alguien, con mucha razón, dijo que «la voz de María tiene el color de cada alma, el sonido de las cuerdas vocales de cada creyente y la dulzura del paladar que sabe saborear tu nombre: María»
– Tu voz María sería suave, para no imponerse a la voz de Dios
– Tu voz María sería sencilla, “he aquí la esclava del Señor”
– Tu voz Madre siempre oportuna, para avisar a Jesús que no les quedaba vino a los novios
– Tu voz para llenarte de gozo con Isabel: Magnificat anima mea Dominum. Y alzaste la voz para hablarnos de la misericordia de Dios, de la preferencia de Dios por los pobres y humildes, de su poder, su santidad y su fidelidad para cumplir las promesas. Tu mirada, tu corazón, tus pies, tus brazos, tu regazo, tu saber escuchar y escuchar tu voz….
MI MADRE DEL CIELO
Tenía yo unos 10 años, era tu día, el día de la Inmaculada, y delante de ti, rodeada de las compañeras de mi colegio de Cristo Rey, te recité:
Que tus ojos me miren mi dulce Madre;
Que tu corazón me oiga, mi reina amante;
Que tus labios divinos, piadosos me hablen;
Si tus brazos me tiendes cuando expirare,
En tal hora bendita, fin de mis males,
A la corte de tu Hijo, llévame, oh Madre.
El devenir de mis últimos años me ha llevado muchos y muchos días a volverte a rezar así. Has llenado de Esperanza el camino, ¡qué bonito es vivir lleno de Esperanza!, y esa has sido tú, la luz que cada día nos alumbraba, el sol que nos calentaba y la seguridad de que fuera donde nos llevara el camino íbamos de tu mano. Madre y Esperanza nuestra, me has hecho vivir feliz en el dolor, no puedo más que entregarte un corazón agradecido. María Inmaculada, MADRE, no puedo darte mayor título que éste en mi vida. Mi mamá del cielo. A mi madre del cielo me enseñó a amarla mi madre de la tierra. Fue mi madre la que me enseñó a rezarle, ha sido mi madre la que cada día me ha pedido que confiara en Ella, y afortunadamente, aún es mi madre, la que me aconseja que nunca me suelte de su mano. Gracias María por su vida. Mi madre, encomendada a Mª Auxiliadora, por consejo de su madre, supo inculcarnos esa devoción especial por la Sentaíta de Triana. Nunca faltábamos a sus novenas, cada 24 en casa es el día de Mª Auxiliadora. Cuando anuncié en casa que nos casábamos, mi madre nos regaló un cuadro de Mª Auxiliadora para que fuese lo primero en entrar en nuestro nuevo hogar y bendijera por siempre a la familia que íbamos a formar. A tus plantas, rendidos nos prometimos amor “Todos los días de nuestra vida”.
Y para alegría de mi madre mi hijo nació un 24, según ella por expreso deseo de la Virgen. Tu advocación de Auxilio de los cristianos está clavada en mi alma, eres un faro de luz que me guía, el puerto donde puedo estar felizmente varada. Cada sábado de mi infancia recuerdo la misa semanal en San Antonio Abad, mi madre siempre en la nave de la Virgen, primera fila, siempre rezando a la Virgen de la Concepción, Inmaculada y dolorosa, otra devoción que llevo clavada en el alma, otra imagen que me lleva a TI en los ojos de mi madre, allí la vi llorar en momentos de dificultad, y también la vi salir serena con la paz que tú le dabas. Tu mirada me llena de serenidad, me da la seguridad de que todo va a ir bien confiando en ti. En tu rostro de dolor de madre me identifico con mis sufrimientos, tan humanos como los tuyos, en tu regazo me refugio, me consuelo, y el dolor se hace llevadero. Y como no hay dos sin tres, no puedo dejar de pedirle a la Virgen de la Salud de mi barrio que cuide de todos los míos, como oía a mi madre desde niña, cuando me llevaba a la calle San Jacinto solo por verla pasar. Con los años, soy yo la madre que ha llevado a mis hijos a tus plantas, y en tu honor Inmaculada, te hemos rezamos juntos en muchas ocasiones, mis hijos y mi nieto, que desde antes de hablar cantaba perfectamente tu salve. Las benditas herencias de nuestra sagrada tierra de María Santísima, me han regalado ayudar y acompañar a los míos en mucho camino de oración, y nada me llena más el alma, me serena y me hace más fuerte, que caminar detrás de un palio, caminar por donde caminas, seguir tus pasos, sea tu advocación la que sea, yo siempre camino tras tus pasos Madre. Las madres somos así… Madre es más que un cargo, es una misión preciosa, enriquecedora, valiosa. Ser madre significa cambiar tu vida, tu tiempo y tu forma de pensar por tus hijos. Significa dar todo tu corazón y entregar tus fuerzas cada día para tejer unas alas, y enseñarles a volar, sabiendo que un día emprenderán su propio vuelo. Madre significa tener una razón de ser para el resto de tu vida. Ser madre es para SIEMPRE. Por eso ser la Madre de Dios es lo más grande que se puede ser. Te imagino educando a Jesús, reprendiendo sus travesuras, abrazándolo con un amor desbordante aun sabiendo que solo eras el instrumento de Dios Padre para salvarnos a todos, te imagino enseñándole a rezar, directamente a Dios, sin mediación… Te imagino llorando, te imagino con miedo, te imagino con pena, te imagino con orgullo, te imagino con alegría, y sobre todo te imagino confiada y abandonada a los planes de Dios en tu vida. María, tú también pensarías para tus adentros que Dios, estaba loco. Que aquello de ser la Madre de Dios era irrealizable. Pero, te fiaste.
A simple vista no estabas preparada, pero por delante, te quedaba toda una vida para llevar a cabo dos proyectos pensados para ti: ser Madre de Dios y Madre de Cristo. María no te dejaste llevar por tus sentimientos. Te fiaste de Dios y nada más. Te pusiste a su disposición y, sobre todo, creíste en su Palabra. María quisiste, libremente por la fe, engancharte al tren de Dios y, con tus sentimientos de gratitud, de emoción y de alegría, sorprendiste al mismo Dios encarrilando con más entusiasmo todavía lo que Dios te anunció por el Ángel. María, la primera persona de FE, la primera que confió ciegamente en la misión encomendada, la primera proclamadora de su reino, la que impulsó a los discípulos a ser testigos y apóstoles de lo que habían visto y oído, María, ¡la Madre de Dios! Gracias por decir que SI, Dios no se equivocaba, sabía en quien ponía su confianza, habitaba en ti y sabía que estabas preparada para El. Gracias porque no fue nada fácil, pero seguro que fue maravilloso. Mi madre me enseñó a rezarte, y después en mi colegio de calle Betis regentado por las Hijas de Cristo Rey, aprendí a amarte, Hijas de Cristo Rey a las que en mucho debo ser quien soy y lo que soy, un carisma, el reinado de Cristo que es el pilar de mi vida. María Inmaculada preside ambas puertas de entrada al colegio, si entras por la puerta de primaria, está tu imagen de madera esbelta, y siempre con la banda de los nombres del último curso que se despidió de las aulas; la Virgen de la puerta, eras la primera en recibirnos cada mañana y para ti nuestro primer saludo. Si entras por la puerta de secundaria, o la puerta principal, está nuestro patio de columnas y allí en el centro estás Tú, presidiendo el colegio, de piedra blanca inmaculada, y de nuevo eras y eres siempre la que nos recibes en casa. En la capilla también estás tú, allí una imagen de advocación Milagrosa, regalo a las religiosas en la primera casa que fundaron en Sevilla, allá por la calle Quevedo, y a tu lado tu niño Rey, Cristo Rey de Triana, un Cristo redentor hecho niño y coronado Rey del corazón de todos los hombres, del uno al otro confín. Crecí en aquel pequeño y precioso colegio de calle Betis, con unas vistas envidiables para todos los que adoramos esta bella ciudad, la calle del Betis, que colores deportivos aparte, es verde, llena de tu luz de Esperanza, donde tantas veces he ido a rezarte. Por aquellos años, fue en Montañeros de Santa María, el movimiento laico, al que pertenecíamos las niñas de mi colegio, para nuestra formación espiritual fuera de las aulas, donde aprendí que eras mi modelo a seguir, y que la Fe si no se vive en Comunidad y se comparte se empobrece.
A Cristo por María, era el lema que centraba nuestra vida pastoral, y para llevarlo a cabo aprendimos a hacer vida, las máximas que para siempre se quedaron conmigo y son mi motor cada mañana:
– Por la Virgen Inmaculada, siempre más y mejor
– En montañeros todo se hace por la Virgen, y lo que se hace por la Virgen o se hace bien o no se hace Terminé mi primera etapa escolar, ahora diríamos primaria, pero a nadie vamos a engañar, yo soy de la EGB. Y la providencia quiso que siguiera mis estudios de BUP y COU en el colegio de los Padres Blancos, en este nuestro colegio, y de nuevo TÚ, presidiendo la Iglesia, presidiendo las fiestas, la procesión, y la oración de un colegio donde felizmente descubrí que también se aprende a amarte, y entonces me sentí en casa. A aquellos años, Madre, les debo mi vida entera. No olvidaré muchas cosas que viví en estas aulas, ni siquiera mi primer día de clases, cuando me encontré con todo un aula que llegaba de la EGB masculina, y daban la bienvenida, por decirlo de algún modo, a ocho niñas de colegios de monjas, ¡qué bofetón de realidad! En ese momento, solo pensaba que dónde me había metido mi madre. Aquí encontré a mi amiga del alma, aquí lloré, reí, y disfruté de las primeras sensaciones de libertad que se tienen en esos maravillosos años de la adolescencia. Aquí encontré el amor, mucho amor, y sobre todo el amor que ha sido para siempre. Gracias Madre por traerme hasta aquí, una y mil veces gracias por el camino regalado. Mi gratitud también a todos aquellos que se esforzaron en nuestra educación, formación académica y en hacer de nosotros buenas personas. Todo mi cariño para todos, por una u otra razón dejaron una huella importante en mi vida. Aquí o a tu lado Madre cuida de ellos y bendice a su familia. Y de nuevo la maternidad me trajo al colegio, he sido madre de alumnos durante 17 años, y he vivido con inmensa felicidad ver a mis hijos aprender a amarte y a rezarte en esta iglesia. El Señor nos bendijo con tres maravillosos hijos, Sofía, Angela y Pedro, a tus plantas los pongo a diario, Madre para que tú seas siempre la reina de sus almas. No los dejes nunca, que Tú y yo sabemos que habitas dentro de sus corazones. Siempre enganchada a ti Inmaculada, siempre juntas, y como quien no quiere nunca abandonar su nido, vuelvo a esta iglesia a menudo a mirarte, a rezarte y a hablar con quien un día me regalaste para formar mi maravillosa familia. Junto a ti reposa Juan, aquí decidimos que descansara, porque de tu mano creció y vio crecer a su familia, siempre se sintió bendecido por ti, se marchó con la paz de que se iba a encontrar contigo, de hecho te lo llevaste de la mano, viniste a buscarlo en la más grande fiesta que celebramos en tu honor, el día de la Asunción, y me dejó la confianza de que goza de tu abrazo y del de Dios Padre.
Gracias Madre por tanto recibido, por mis hijos y mi precioso nieto, por haber vivido años de Amor verdadero; por mis padres y la familia donde crecí; por la familia que se elige, los amigos, los grandes y los pequeños; por la familia que me encontré al elegir al Amor de mi vida, cuñados y cuñadas, sobrinos y sobrinas, que adoro; por la comunidad con quien comparto mi fe y me hace crecer cada día; por todos aquellos que han caminado conmigo o se han dejado acompañar por mí. Gracias Madre, por acompañarme en esta vida regalada. Y sobre todo Gracias a Dios Padre por el maravilloso regalo de su Madre.
VASO HONORABLE
Recipiente de honor, llevaste en tus entrañas el regalo de Dios a los hombres, tú pudiste ser un vaso de magna dimensión para acoger en ti al más grande: El Hijo de Dios. Sobre las puertas de esta iglesia están las cristaleras de colores que representan algunas de las letanías que te rezamos, las letanías de la Virgen. Están allí para que Tú, Madre, las veas a diario. Nosotros entramos en la Iglesia y nuestra disposición es mirarte, y la tuya mirarnos y sobre nosotros, escrito en esos cristales con palabras universales, te decimos lo que te queremos cuando el sol las ilumina cada mañana, así sabes lo que importante que eres en nuestras vidas. Las letanías de la Santísima Virgen María, son invocaciones o piropos, que hablan de tus virtudes, títulos de honor que necesitamos darte por ser el mejor regalo de Dios. Son una forma de tocarte el corazón. Recitarlas nos acercan a ti y por medio de ti nos acercamos a Cristo. Recitar las letanías de la Virgen es un aire de Esperanza, de refugio, de consuelo, de serenidad, de paz… Santa, Madre, Virgen, Reina,….son títulos que estamos tan acostumbrados a darte que a veces pasan inadvertidos por la grandeza que significan. Terminemos esta noche de oración rezando juntos aquello que engrandece más si cabe a María en nuestro corazón. Nada gusta más a una madre que un hijo que la piropea y se siente orgulloso de ella. Os invito a participar, de manera espontánea y con aquello que quieras decirle a la Virgen.
Santa María, ruega por nosotros
Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo, de la Iglesia, de la Misericordia, de la Divina Gracia, de la Esperanza, Inmaculada, purísima, castísima, amable, del buen consejo, del creador, del salvador.
Virgen prudente, digna de respeto, digna de alabanza, poderosa, clemente, fiel Espejo de justicia, Trono de sabiduría, Causa de nuestra alegría, Vaso espiritual, vaso de honor, vaso de insigne devoción, rosa mística, Torre de David, Torre de marfil, Casa de oro, arca de la nueva alianza, Puerta del cielo, Estrella de la mañana, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consuelo de los afligidos, Auxilio de los cristianos.
Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de las vírgenes, de todos los santos, concebida sin pecado original, asunta al cielo, del Santo Rosario, de la familia y Reina de la Paz. Ruega por nosotros.
Y me despido Madre como empecé, cantando y rezando a la vez.
Gracias desde lo más profundo de mi alma MADRE.