ORACIÓN A MARÍA INMACULADA por Rocío Maldonado Vázquez
Parroquia de los Sagrados Corazones – 7 Diciembre 2020
Aquí estoy María.
Aquí estoy para rezarte, para charlar un ratito contigo, como siempre he hecho, contemplando tu mirada y tu dulce sonrisa. Desde niña te he rezado y te he contado tantas cosas.
Como cuando empieza la Eucaristía, lo primero que quiero es pedirte perdón, y te quiero explicar por qué, Madre. Hace menos de un mes recibí una llamada del presidente de la asociación de antiguos alumnos, en la que me decía que querían que fuera yo la persona que estuviera hoy aquí ante Ti para rezarte. Mi primera respuesta fue un “no”, no soy capaz, yo no sirvo para eso. Conforme lo iba diciendo me iba arrepintiendo de negarte algo, pero no me veía capaz y me daba verdadero terror enfrentarme a esta situación. Pedí que me dieran tiempo para pensármelo. Mi marido me animó a decir que sí, pero yo seguía sin verlo claro. Tras meditarlo y hablar con dos de las personas que siempre están a mi lado, en las buenas y en las malas, me terminé de decidir, no pude decir que no, porque como tu bien sabes, no soy capaz de decir que no a algo que tenga que ver contigo. Como iba a tener miedo si Tú ibas a estar conmigo. Si Tú no tuviste miedo y dijiste sí, sin pensarlo, como iba yo a decir que no, teniéndote como referente. Y aquí estoy. Para hablar contigo en voz alta, para hacer algo que llevo más de 40 años haciendo, pero de otra manera. Dice siempre el Padre Paco en las comuniones de los niños de nuestro colegio, que decía Santa Teresa, que quien canta reza dos veces. Cantando soy capaz de rezarte mejor, sabes que es como lo hago la mayoría de las veces, pero no dudes Madre que las palabras que hoy salgan, saldrán desde lo más profundo de mi corazón.
Desde muy niña aprendí a rezarte cada día, en mi casa y entre las paredes de este colegio del que tantos de los que estamos hoy aquí formamos parte. Rezarte como hacen nuestros niños del cole cada día desde muy pequeñitos, cuando aprenden el “Bendita sea tu pureza” hasta que se aprenden la oración del colegio donde aprenden a amarte. Y llegué aquí por casualidad, bendita casualidad.
Mis padres habían decidido que el colegio donde debía estudiar era el colegio de las niñas en el barrio, ya que aquí solo había niños, y en aquel momento no había sitio para mí. Mi madre preocupadísima al no tener colegio para su hija se entera por casualidad que en el colegio de los Padres Blancos entran niñas por primera vez, y el destino quiso que, precisamente aquí, creciera como persona y creciera en la fe, siempre bajo tu amparo y tu dulce mirada. Esa mirada cercana que me da momentos de paz y tranquilidad cuando más lo necesito. Y aquí sigo, creo que nunca me fui, siempre he tenido presente el colegio y la parroquia de una manera o de otra. Gracias por no dejarme ir y poder seguir junto a Ti y junto a la congregación de los Sagrados Corazones, que tanto bien han hecho en mi vida.
Echando la vista atrás, mi vida gira en torno a Ti y al Colegio, mi Colegio. Toda la vida cerca de estos muros de una u otra manera. Desde que entré como alumna, me enseñaron a quererte y a querer a la Congregación, que ha sido mi referente a lo largo de todos estos años y de los que tanto he aprendido. Conforme fui creciendo, me fui acercando más a Ti y a Tu Hijo. Comencé entre estas columnas a rezarte cantando en las misas de jóvenes. Al cabo de los años comencé mi andadura como docente entre estos pasillos, por estas aulas, y desde la perspectiva de maestra, enseño también a los niños del cole a rezarte cantando. Y aquí sigo, Aquí estoy María, para hacer lo que me pidas. No hay ninguna época de mi vida que no esté vinculada al colegio, a la congregación y a Ti. Es por eso por lo que hoy quiero darte las gracias.
Quiero darte gracias por todas aquellas personas, que aquí, han marcado mi vida. Muchas de ellas ya no están, aunque su recuerdo siempre estará en mi corazón. Sería difícil nombrarlos a todos, pero no quiero dejar de nombrar a la persona de la que tengo el primer recuerdo dentro del colegio: nuestro querido padre Nicolás.
Devoto fiel de nuestra Inmaculada, y del que tantas cosas aprendí. Nunca se me olvidará el cariño con el que nos trataba y como cuidaba de nosotros. Él nos enseñaba las canciones a María, muchas de las cuales aún seguimos cantándote. Sí, cantándote con los niños que ahora andan por estos pasillos, en sus celebraciones, en las comuniones o en las misas de familia, donde sigo a mi manera contándote mis cosas. Para muchos de ellos, soy la seño de la guitarra. Al fin y al cabo, se trata de enseñarles a rezar, y que mejor manera que con la alegría de una canción a María.
Muchos de ellos, por diversos motivos, quizá no puedan aprenderse la oración, pero ahí estaré yo, para si es necesario te recen, aunque sea con el tarareo de una canción o simplemente terminando muchas de las frases con las que cantando te rezamos. A algunos les gusta ponerse delante de mí, cuando en las celebraciones de los más pequeños estamos cantando, e intentan tocar la guitarra o bailan la canción cuando te estamos rezando. No dudo que es su forma de rezar en esos momentos en los que no son capaces de aprenderse una oración, pero sí un ritmo o una canción.
De ellos quiero hablarte María. ¡Cómo no te voy a hablar de ellos!, de los que me quitan el sueño por intentar ayudarlos a salir adelante, los que seguro están más cerca de tu protección, porque son los más indefensos y vulnerables. Mis niños del cole, los que dan sentido a mi vocación día a día, no tengo ninguna duda. Vocación que tampoco es una casualidad, vocación que viene de toda una vida teniendo a mi lado a una de las personas que más quiero y que más han marcado mi vida, aunque ahora no lo tengamos cerca, mi hermano. Por él te quiero dar las gracias, porque estoy segura que por él, y por el amor que mis padres nos transmitían, soy mejor persona.
No fue fácil no, pero Tú estabas ahí, para levantarnos cada vez que las fuerzas flaqueaban, en cada momento, en cada rincón de nuestra casa, en la que siempre había una foto tuya llamándote Rocío, Victoria o Inmaculada. Casa en la que en definitiva siempre estabas Tú, María, para darnos ese empujón que necesitábamos para seguir adelante.
Desde muy niña recuerdo el día en que te sacábamos en procesión. Inicialmente era por el polideportivo del Colegio, con una imagen pequeñita que le prestaban al Padre Luis desde San Juan de Aznalfarache. Al poco tiempo de estar yo en el colegio, la procesión empezó a salir a la calle dando la vuelta a la manzana del colegio y poco más. Llegaron nuevas imágenes y el recorrido e incluso el horario fue cambiando. Pero la que para mí también siempre ha sido la Virgen del Colegio es la que tenemos en la esquina del altar, la que nunca se ha movido de su sitio, el referente en mis oraciones en el colegio, la que siempre encuentro cuando vengo a rezar. En ese rincón de la Iglesia, siempre junto a su Hijo, velando junto a Él y a San José por todos nosotros.
Aquí estoy María, aquí estoy para que mis palabras sirvan de oración, palabras que son parte de mi vida, una vida teniéndote siempre como referente a Ti y a Tu Hijo. Tu Hijo, el que dio la vida por nosotros, el que murió en una cruz para redimir al mundo. Del que siempre nos han hablado entre estos pasillos y aulas, al que tanto nos han enseñado a querer. Y Tú María, siempre ahí, siempre atenta a todos y cada uno de nosotros, siempre teniéndote como nuestra otra Mamá, como cantan nuestros niños de Infantil.
Un día nos dijeron que nuestra Virgen del Colegio iba a presidir la Vigilia de la Inmaculada en la Santa Iglesia Catedral. ¿Te acuerdas María? ¡Qué ilusión! Te íbamos a llevar por el río, subida en unas andas, en un catamarán, desde el Club Náutico hasta la Torre del Oro, y ya desde allí hasta la Catedral llevada por tus costaleros. Y allá que fuimos. El tiempo no acompañaba, estaba lloviendo a mares.
Te acompañé desde el colegio hasta el Náutico, ibas envuelta en plásticos porque la lluvia no daba tregua. Y llegamos al río, para verte partir hasta la Torre del Oro. Al llegar allí la lluvia cesó y bajo un árbol te pusieron la corona. Tus costaleros ya preparados para esta experiencia comenzaron a bajar la rampa que llega al río y allí empezaron a entrar en el pantalán. Todo iba bien. Primera pareja ya en la plataforma y siempre de frente, segunda pareja, y al ir avanzando, de repente, aquello empezó a hundirse. Agua por los tobillos, y seguía bajando. Pero nadie se paró, seguías avanzando con confianza. El agua llegaba casi hasta media pierna de los que te llevaban y de todos los que allí a tu lado estaban, que de repente se quedaron parados. Todos nos mirábamos con cara de miedo, asombro, incertidumbre. No sé cuánto duró, sería cuestión de segundos, pero que largos se me hicieron, parecía que no ibas a salir a flote. Estoy segura que las oraciones surgían en el pensamiento de todos los que estábamos allí, cuando de repente el pantalán empezó a subir, todo pasó. No sin dificultad te trasladaron al catamarán y partiste hacia la Torre del Oro donde te esperaban para llevarte a la Catedral. Todo salió bien, pero el momento creo que no lo olvidaré nunca. Al día siguiente, Tu día, volvimos en procesión triunfal desde la Catedral acompañada de los niños y no tan niños hasta el Colegio. La puerta de la Catedral estaba llena de gente para verte salir. Fue un día para mi muy especial, porque ya mis hijos podían acompañarte siendo alumnos del Colegio, donde iban a aprender a amarte.
Esta vuelta de la Catedral, junto con la que realizó mi Virgen de la Victoria tras ser Coronada, guardan un sitio preferente en mis recuerdos y en mi corazón.
Aquí estoy María.
Aquí estoy para darte siempre gracias por todo lo que haces por nosotros. Para pedirte perdón por todos mis errores y para rogarte que nos ayudes a superar todos los retos y dificultades que la vida nos plantea. Para rezarte con devoción, una devoción mariana que para mí se transforma en 3 días marcados en mi calendario cada año, sin casi coincidir con esos días de los que se hablan que lucen más que el sol, Jueves Santo Cigarrero, Pentecostés Rociero y el día de la Inmaculada Concepción. Unos días, que en este año que ninguno vamos a olvidar, no hemos podido disfrutarlos. No me he podido emocionar viendo a mi Virgen de la Victoria salir por las calles de Sevilla, ni ver como paseaban a la Virgen del Rocío por la Aldea con el corazón encogido. Ni podré verte a Ti, Virgen Inmaculada por las calles de nuestro Barrio rodeada de tus niños y recordando con un pellizco la “levantá” que le dedicaron a nuestra Eva pocos días antes de que se fuera contigo. Porque estoy segura que está junto a Ti, no puede ser de otro modo.
En marzo de este “dichoso” año, en vísperas de las otras fiestas de nuestro cole, las que se celebran en honor del que fuera tu esposo, y que da nombre a nuestro colegio, ocurrió lo que nadie esperaba pero que todos temíamos. Lo que tenían que ser días de fiesta, de olimpiadas, de partidos, de concursos, de cantos en la iglesia en honor de San José, de niños disfrutando por los pasillos, por las aulas, por los patios… de repente se tornó en silencio. El colegio enmudeció.
María te quedaste sola en esta iglesia, Tú que seguro esperabas ansiosa la visita de nuestros niños para las celebraciones de San José, con las que tanto disfrutas, viendo pasar a todos los alumnos, desde los más pequeños hasta los más mayores, que vienen a la parroquia a rendiros homenaje, a daros gracias por tantas cosas buenas que les pasan en este colegio.
Todo enmudeció y llego la incertidumbre, incertidumbre creada por algo a lo que llamaban pandemia y que no imaginábamos de ninguna manera el alcance que para todos iba a tener. Parecía que iba a ser solo una semana o dos de silencio, pero no, fue mucho más. En esos días tuvimos que reinventarnos, para poder darles a nuestros niños lo mejor que podíamos desde la distancia. Momentos difíciles para los profesores, para los alumnos y para sus familias.
Trabajando día a día desde casa, no sin dificultad para todos, llegamos al final de curso, y en el colegio seguía el silencio. María no pudimos venir a darte gracias por los niños de 5 años que se graduaban en infantil y vienen cada año a cantarte y a rezarte para agradecerte el paso por esa etapa. No pudieron venir los no tan niños que pasaban de la etapa de primaria a secundaria, que se hacen mayores junto a Ti. No hubo camino de Santiago y el viaje a Roma de los más mayores que tanto ansiaban, se transformó en un viaje improvisado a Lisboa a las puertas de un confinamiento en los que se verían inmersos casi hasta sus exámenes de selectividad. No pudimos despedir a los alumnos de Bachillerato que ya se nos iban del Colegio para tomar las riendas de su vida lejos de estas aulas. ¡Dejamos de hacer tantas cosas! Pero lo que nunca faltó fue Tu presencia, la oración para agradecerte que estábamos bien, que todo marchaba, para pedirte que toda esta pesadilla acabara pronto y que pudiera volver el ruido al colegio.
Siempre ha habido dificultades a lo largo de los años. Me vienen a la cabeza José Mª, José Antonio, Manolo, Pepe, Leonor… Compañeros incansables de los que tanto aprendí como alumna y como compañera. No dudo María que Tú siempre estabas ahí para ayudarlos en los momentos que más falta hacía. Merecido el descanso que ellos disfrutan ahora en esta época de su vida. Y como olvidar a los que ya no están, Inma, Almudena, Eva….
¡Cómo se les echa de menos! Pero el tiempo pasa y la vida no se detiene y llegaba el comienzo del nuevo curso, un curso que se presentaba con incertidumbre también, no es para menos. Pero lo conseguimos, conseguimos que volviera el sonido propio de un lugar donde hay niños por todos los rincones. Entre risas, llantos, mascarillas, hidrogeles y choques de codo, aquí estábamos de nuevo. ¿Los oyes María? ¿Oyes como te llaman, como te rezan? Ya han venido los niños a verte, ya estamos contigo de nuevo, afrontando un curso que va marchando dentro de la nueva normalidad, y que no está siendo fácil, pero con Tu ayuda María siempre podemos, contigo siempre es más fácil.
Las fiestas en Tu honor, este año han sido diferentes. No ha habido partidos, ni festivales, ni mercadillo, ni tómbola. No ha habido ofrenda floral de los más pequeños, no te hemos podido rezar el Rosario por Sevillanas ni te sacaremos en procesión, pero al menos hemos podido celebrarlas, hemos estado junto a Ti. Los niños como cada año han venido a ofrecerte lo mejor de ellos, su oración, sus flores, su presencia. Nos han faltado los cantos ya que no están recomendados dada la situación actual, pero las canciones de tus niños volverán a escucharse, no lo dudes María. Y los mayores seguro que te hemos dado las gracias por todos ellos, por poder disfrutar cada día de tenerlos a nuestro lado, por poder enseñarles, y aprender de ellos, porque de ellos también se aprende. Te aseguro María que cada día que paso al lado de mis niños aprendo una nueva lección. Están dando un ejemplo digno de alabanza.
Te quiero pedir por mis niños del cole, por todos nuestros niños, por todas las familias que forman parte de nuestra comunidad educativa, en estos momentos tan difíciles que nos está tocando vivir. Son momentos de incertidumbre, de no saber qué va a pasar, quizá esa incertidumbre como la que sentiste Tú María, cuando Tu Hijo se perdió en el templo. Momentos de sufrimiento para muchos de ellos que están pasando la dichosa enfermedad, que la tienen cerca o que por culpa de ella han perdido a un ser querido. Que todas esas familias a las que siempre cuidas con tanto mimo encuentren en Ti el consuelo y la fuerza para seguir luchando. Quiero pedirte que toda esta pesadilla que estamos viviendo acabe pronto, y que nos des fuerzas, fuerzas a todos los que aquí con ilusión hacemos posible que estos pasillos hayan recobrado una nueva normalidad, que no está siendo nada fácil, ya lo sabes. Pero que estoy segura que con tu ayuda lo vamos a conseguir.
Aquí estoy María.
Estoy cuando me llamas, aunque no se si siempre estoy a la altura. Siento que muchas veces te fallo, pero Tú siempre me perdonas y siempre sabes cómo hacer para que pueda ser un poquito mejor que ayer. Mi devoción Mariana es el motor de mi vida. En mi día a día entre estos muros, ahí siempre estás Tú. Y tras la reja de la Fábrica de Tabacos, donde encuentro la paz y el consuelo. Dos devociones que he tenido la suerte de ver juntas entre las columnas de esta Iglesia, en el día en que cada dos años venimos a verte con la Virgen de la Victoria en Rosario de la Aurora. Día en que me siento aún más orgullosa de mi pertenencia a mi Hermandad y a este Colegio que son los lugares donde gira mi vida y la de mi familia. Sentido de pertenencia que tienen mis hijos, ellos son Cigarreros y del Colegio San José.
Madre, han sido tantas las cosas vividas a tu lado, toda una vida. A tu lado hice mi primera comunión, me confirmé y ante Ti me casé. Es imposible no tenerte presente cada día de mi vida. Un referente que nunca podría perder. Son tres las advocaciones que siempre están en mi cabeza, Victoria, Rocío e Inmaculada. Mis tres devociones Marianas y las que le dan sentido a todo lo que me rodea. Con Ellas, Contigo, mi vida sigue el curso que tú quieres marcar. Devoción Mariana que hemos sabido inculcarles a nuestros hijos. Desde muy pequeños siempre estás presente en sus vidas, en su día a día. ¿Sabes María? A su manera ellos no pueden estar sin Ti. Viven con intensidad su devoción en la Hermandad, con su Virgen de la Victoria, y aquí, ¡que te voy a contar que Tú ya no sepas María!
Recuerdo cuando mi hijo Miguel me dijo que iba a ir a la “igualá” de la Virgen del Colegio, que ilusionado estaba. Cuando volvió y le vi la cara, el brillo en sus ojos, su sonrisa de satisfacción inconfundible, me di cuenta que había logrado su sueño. Que emoción sentí cuando le oí decir “Mamá, ya soy costalero de la Virgen del Colegio”. Ilusiones de Joven, ¿verdad María?
Aquí estoy María.
Gracias por tu protección, sin ella no sería posible nada de lo que ocurre en el día a día de nuestras vidas, nunca dudo que siempre estás ahí, que siempre me acompañas en los momentos buenos y en los no tan buenos, que ya sabes no han sido fáciles. Pero Tú siempre estás, siempre puedo acudir a Ti Aquí, en la Capilla de la Fábrica de Tabacos o en la Aldea. Siempre sé dónde encontrarte. ¡María, contigo todo es tan fácil! Cuando las dificultades se presentan, siempre busco uno de esos rincones para encontrar el consuelo y el aliento para seguir adelante. Busco tu mirada llena de lágrimas por un hijo azotado o tu dulce sonrisa por el que va a venir, y con ella me reconfortas. Me das fuerzas cuando ya pienso que no me quedan y no dudo nunca en darte gracias, por todo aquello que la vida me pone por delante, sea bueno o malo, porque de todo se aprende. Gracias por mi familia, por mis Amigos, por mis compañeros, por todos los que me rodean cada día, sin ellos nada de lo que hago tendría sentido.
Quiero terminar Madre, tomando prestadas unas palabras de un amigo y pregonero:
María:
Eres calma, eres camino
de nuestras almas viajeras,
consuelo de colegiales
que desde niños te rezan,
corazones infantiles
que piden que los sostengas.
Siempre con María en el Corazón.
Inmaculada Virgen María, así sea.