ORACIÓN A MARÍA INMACULADA por Mickey Roda
Parroquia de los Sagrados Corazones – 5 Diciembre 2018
“Mamá, llévame tú a la cama y reza conmigo”… Imposible detallar las numerosas veces que le dije eso de pequeño a mi madre para acordarme siempre de ti antes de cerrar los ojos.
Allí, rodeado de hermanos y de ese ambiente que tanto te gusta a ti, aprendía a orarte con todo el amor y cariño que por las mañanas recibía de quienes me hablaban de ti y me trasladaban las veces que hiciera falta a tus plantas, en aquella capilla antigua que será por siempre una de nuestras celdas del alma.
Fuiste entonces y para siempre, la primera madre de mi vida y ese faro ante la lucha que suplicamos en tu oración colegial.
Porque esa oración, la que nos sabemos de memoria desde que a leer aprendimos, es el manantial del que bebemos y al que acudimos cuando tenemos sed. La sed de estos días raros que tenemos, donde las cosas han cambiado tanto que ante ti llegamos en demasiadas ocasiones porque antes no vimos ese puerto de tu corazón de madre inmaculada.
“¡Escúchame!…¡Escúchame por favor!” Así te imploramos cuando algo nos asusta, nos atormenta… Y ni siquiera nosotros somos capaces de escuchar más allá de lo conveniente.
Aquí, hoy, ante ti Inmaculada, en esta oración previa a tus días grandes, es precisamente eso lo primero que te pido: que aprendamos a escuchar o que volvamos a aprender a hacerlo, porque está olvidado comprender, empatizar y sentir.
Soy yo, Madre “soy yo, María. Seguro que me recuerdas… ¿cómo no? Sí, aquel de la mano de Luz Mari, llorando sin parar porque no entendía nada, y ahora aquí, 31 años después, no tiene palabras para agradecer tantísimo”. Todo porque fue por aquellos días de preescolar cuando me enamoré de estas paredes y te di el sí más verdadero posible. Te dije sí, Inmaculada, y aquí me tienes.
Soy yo, el que subió estos escalones para recibir su primera comunión y se arrodilló ahí abajo para ser confirmado. Uno que aquí aprendió a confesarse y así, hacerse pequeño, el que lloraba en los meses de verano porque lo que quería era estar ya por aquí con sus amigos jugando y, por supuesto, sintiendo tu protección. El que aprendió el oficio más bello que hay en tu patio de las columnas, el que intenta ser maestro de algo con
balones de por medio, y ejemplo para mis hijos en la manera de quererte y amarte dentro de tu centro educativo y fuera de él.
Soy yo, tu hijo, alumno, costalero y monitor. Gracias, y sal siempre en mi auxilio.
Binomio de fe
Pedir y dar gracias. Dos conceptos que han de estar presentes en la oración de la manera que me enseñaron mis padres y los profesores que tuve la suerte de ir teniendo en el colegio. El colegio y mi casa, mi casa y el colegio… Un binomio de fe que sigue siendo hoy sustento de mi vida y mis días. Han ocurrido cosas, llegaron problemas y las soluciones y la luz siempre estuvieron detrás de este binomio. Porque el colegio eres tú y
tu semblante, tus silencios al ir a verte y la algarabía del día 8 con los niños y ancianos, porque los sagrados corazones en mi boca siempre tendrán el gracias eterno que es para ti y para todos los que me ayudaron a ser quien soy, que aunque pobre y derrotado bajel en no pocas ocasiones, me enseñaron a saber esperar en ti y sin duda, poder decir que eres esperanza es lo más grande que tengo.
Te pido hoy por Carlos Botello y por todos los trabajadores del centro, por todos tus alumnos, sus dificultades y problemas, sus ilusiones y futuro. Que se empapen de María
Inmaculada y su dulzura. Te pido por su formación más allá de la puerta negra, sus amistades y familias. Protégelos y ayúdales a entender que el colegio no es algo de paso, que perdura en el tiempo, que el colegio cumple con creces con lo más importante, el corazón. Que el colegio desde el día 1 es la prolongación de la casa y la familia, el abuelo que falta o la llamada que no llega. El lugar de la cita y el sitio de recogida, la sorpresa y la magia en el día horrible y la exaltación de la amistad el día que no quieres que termine. El consejo del padre que pasea por los rincones más escondidos del patio…
Ayúdales a todos cómo nos ayudaste a otros a no entender ya nuestro vivir sin todas estas experiencias. Te lo pido yo que llegué con 5 años y aún no me he ido. Y ahora aquí, en voz alta, te doy las gracias de nuevo porque puedo contar lo que me has dado.
Porque puedo decir quién eres, Inmaculada, la que da de beber al sediento, viste al desnudo y acoge al forastero.
… Tu mano me lleve…
Te miro y eres tú. La virgen del colegio, a la que rezo desde chico. La inmaculada que porto desde hace 19 años en las trabajaderas de su paso para que al menos el día 8 de diciembre sea ella la que salga en busca de nosotros, con la falta que eso hace. Escuché de ti hace no mucho que eras nueva, que eras otra. Rápidamente recité tu oración observándote y comprobé que no era cierto, sentí que eras la misma. Y fue ahí cuando me
dirijí de nuevo a la parte de tu rezo que ruega que nos des la mano en este camino, nos guíe tu luz y tu corazón nos sostenga.
Te lo pedí entonces y lo hago ahora. Y sabes que lo hago porque es difícil comprender en ocasiones. Es complicado aceptar a veces… No es fácil tampoco esto, pero ¿qué te voy a decir a ti? Que aceptaste sin titubeos ser la esclava del señor.
Tengo que pedirte fuerzas para todos nosotros, que tu luz sea más fuerte si cabe y tu mano más grande. El paso de los años me ha ido enseñando que del amor nace el amor, y es tu figura ejemplo de ello. Paciente, servicial… Y atenta. Veo en ti a los que no están, por eso hoy te hablo a ti… Y a mi madre, la persona que desde bien pequeños nos enseñó a todos que estos días no son de puente, sino tuyos y de tu colegio de puertas abiertas, de tu congregación y de tu comunidad educativa. Días de no parar y de sentir algo único, el poder estar en cuatro sitios a la vez.
Te hablo a ti pero le estoy hablando a Almudena, Don Eloy o Pepe Muñoz. A tantos profesores cuyas lecciones son ahora para otros. Rezo por los alumnos que se fueron, especialmente por Lucía, compañera del 82 que se marchó cuando absolutamente todo tenía por delante. Te estoy hablando a ti pero en ti veo a Manolo, fiel amigo de extraescolares y costalero tuyo en todas y cada una de sus circunstancias. Un hombre tuyo de principio a fin que ya disfruta de tu presencia.
Ocurre que te imploro y te doy gracias, pero englobas a todas las personas que quiero y no están. Ese hombre de fe profunda y consejos sabios, esa persona de Dios y tuya que os llevó en catequesis hasta donde nadie podría imaginar. Que es María Inmaculada de los padres blancos la María Auxiliadora de Triana y contigo está, Gerardo.
Y perdón pido por las otras muchas personas que puedo ver en ti y no nombro, porque en una más quisiera pararme.
Fueron los Padre Isaac, Juanma, Fefe, Nicolás o Antonio entre otros los que me desglosaron poquito a poco lo que significas.
Eres cariño y compañía. Eres paciente, maestra y amiga. Eres Inmaculada madre y protectora. También esperanza y consejera. Amor, ayuda, coraje, firmeza… Eres pura y Santa.
Servicial, atenta… Eres de los niños y mayores, de los que dudan y de los que tendrán que volver rendidos a ti. Eres de los que nacen y precisan cuidados todo el tiempo, eres Virgen
Inmaculada de todos y no tienes enemigos porque eres lo que todos quisiéramos, buena. Y el único fanatismo que deberíamos defender todos es ése, el de las buenas personas.
Doy gracias al colegio y a sus responsables por estar aquí hoy para rezarte y darte gracias, para volverte a recordar que veo en ti lo que quiero y echo de menos. Quiero pedirte y darte gracias en último lugar por la persona más parecida a ti que conocí jamás. Porque me la quisiste regalar dentro de estos tabiques, que también eran su vida. Eso nos unía, y más cosas. Te pido por su gente, toda, y por nosotros los que no nos hacemos a su ausencia ahora que hará un año de su despedida y de tocar el martillo de tu paso para que te levantáramos al cielo, donde ahora contempla sus primeras fiestas de la patrona de
los sagrados corazones ayudando, estoy convencido, de cualquier otra manera y estando presente aún más fuerte en nosotros. Te estoy hablando a ti, Inmaculada, y te estoy
hablando a ti, Eva.
Gracias por su amistad. Por las lágrimas que los dos derramamos junto a ti en más de una ocasión. Por su actitud conmigo desde el primer momento y hasta el último. Por su ejemplo inigualable con sus alumnos y compañeros, por su manera de quererme y cuidarme, por su legado y porque, te repito, en ésta mi casa hice muchísimos de mis mejores amigos y comencé a trabajar, he madurado y atravesado etapas. He conocido a muchas personas importantes para mí y son incontables los alumnos que he tenido… Todo, absolutamente todo, ha valido la pena para haber tenido a Eva en mi vida.
Te doy las gracias por todo lo que supone este colegio para mí y te ruego que ojalá muchos más exalumnos, alumnos o personal docente puedan recordarte como algo que le agita el alma a diario: ¡Ese soy yo, y tú lo sabes!
¡Oh inmaculada, Virgen María, así sea!