ORACIÓN A MARÍA INMACULADA por Francisco J. Vázquez Perea
Parroquia de los Sagrados Corazones – 5 Diciembre 2019
A Isa y Fede, con ocasión del mayor regalo que me podían haber hecho.
Mayo del sesenta y dos,
esta Iglesia inauguraba
su camino pastoral
de sacramento y palabra
y aunque Parroquia no era
en el cole y en las aulas
tuvo su feligresía:
parroquianos con el alma
tan niña por estrenar
que padres blancos de albas
sotanas ya parecían,
y de estos bancos sus bancas
de clase con cada nombre
un sitio le reservaban.
Iglesia de San José,
la del cole se nombrara,
y en sagrados corazones
su apellido acuñara.
Mayo del sesenta y dos,
casualidad donde haya,
pues si este templo nacía,
era la fecha apuntada
de mi madre la noticia
que en su vientre me llevaba.
Decidme si es providencia
que mi vida aquí se ancla
y que seré de aquí
para siempre ¿os extraña?
Por eso hoy no regreso,
sigue ésta siendo mi casa
y mi gratitud empeño
a quien pensó que mi falta
ya me pecase de exceso,
y propuso yo cantara
esta sentida oración,
aunque este mes nunca falla
en mi eterno calendario.
En siendo la Inmaculada
y en su víspera de cielo
un cohete siempre estalla
anunciándome estos días
como mi ángelus de infancia
donde recobra su fuerza
la verdad más observada
que me preside la vida:
que si yo la olvidara
cual derrotado bajel
este puerto me reclama,
y no tengo su permiso
para poder olvidarla
que es su corazón de madre
la más fuerte confianza
cuando la vida ya arroja
tantas cosas por la banda.
Ante vos vengo postrado
Oh Pura y Limpia sin mancha
tu que mi amistad procuras
y a desnudarme me llamas…
mas mi voz también resume
tanto campo de batalla
desde que dejé este suelo,
y en mi voz también estallan
de todos mis compañeros
sus fervores y sus gracias
pues que todos te tenemos
como mejor abogada
y en los rezos del colegio
que rezamos a tus plantas
la más grande fidelidad
nos dejaste bien atada.
Oh Virgen hermosísima,
la de la achinada cara,
tan humilde, tan oyente
transmitiendo tanta calma
tan elegante figura
tan asunta e ingrávida
con las manos sosteniendo
ese cielo de tu palma
que aparte una comisura
de sonrisa agigantada,
tu recuerdas a tu modo
el remate en la Giralda
el alto triunfo de la Fe
que también lleva una palma
como un Domingo de Ramos
y un balcón como Dios manda,
algo recuerdas a ella,
la suprema Santa Juana
que estos días de Diciembre
manda a tocar las campanas
y mira tu monumento
de flores llenas sus gradas
y a las tunas repitiendo
que eres su musa y su dama.
En dos noches, Madre mía
esta ciudad se derrama
y es memoria de unas coplas
que Miguel Cid proclamara
«Todo el mundo en general»
donde tu eres señalada
su más preciado tesoro
su más cristalina agua
y en una danza de seises
que bendice tu mirada
-baile ante el Sacramento
en tu día y en tu octava-
yo veía como en sueños
que en seises nos transformabas
pues su celeste cariño
de sedas adamascadas
no era mayor que este
que nos sembrase tu estampa.
Los niños del San José
son seises que también danzan
entre las hojas del tiempo
de una vida aquí empezada.
Tus seises tan fervorosos
de tu incienso y tu fragancia
pues aprendimos a amarte
en aquellas mil plegarias
y eso convierte esta nave
casi en metropolitana.
En mis recuerdos yo llevo
si la memoria no falta
tantos bellos sentimientos
como bello es el alba.
Arrancaba la emoción,
desfilando entre las tapias
de los viejos patios idos
al desván de la nostalgia.
Presidía ese momento
una imagen que mandabas
que en bandera albiceleste
ejerciera de vicaria.
Aquella la milagrosa
porque el viento la tirara
y aunque era de escayola
quedo íntegra e intacta.
Era la que en parihuelas
al crepúsculo sacaban
en sus hombros los alumnos
entre antorcha iluminada.
Luis Aguilar vino luego
y te trajo aquellas andas
y te puso costaleros
con candelabros y jarras.
Pero esta puerta seguía
para ti siendo tan baja
que por pedir el pedía
hasta tu imagen prestada.
Y nos trajo del barroco
desde San Juan una alhaja,
de Duque Cornejo la firma
de la imagen, ahí es nada.
Ahí tan cerca te tuve
y mi amor te demostraba,
los niños del cura Luis,
qué santo dándonos pautas.
Perdonad que no mencione
pero en mi pecho se guarda
el nombre de tantos padres,
con la corona bordada
en la escápula del hábito,
Molokais de nuestras llagas.
Luis le dio a tu procesión
cirios, capataz y banda
y un lugar en la Sevilla
cofradiera donde nada
faltó, por estar a punto
que en Hermandad se cuajara.
Fue su gran valedor
Juan Castro que le dejaba
toda la Carretería
y del Sagrario esas faldas,
joyas que solo el Corpus,
ese día se le sacan
mas hizo una excepción
cada Diciembre en prestarlas
porque a la Purísima
quién le puede negar nada.
Y así también nos venían
enseres de la Lanzada,
de la O, de Monserrat
y de San Juan de la Palma.
Cómo no, las Cigarreras,
como si fueran hermanas.
Y recuerdo sus cuadrillas,
con qué ilusión trabajaban,
las mismas que hoy supongo
pero entonces estrenadas.
Y poco a poco el ajuar
dio paso nuevo y peana
a nueva Virgen, tu espejo
que un cartero nos tallara.
Era como la Cieguecita
en cuaderno dibujada.
Por cierto, a la Cieguecita
fue a visitar a su casa.
Fuimos a la Catedral
como van las Coronadas
con la ida y el regreso
y tu foto entre la plata
y las grandes colgaduras
de las piedras consagradas
por los siglos de la historia
en ojivas rubricada.
Hasta que llegaste tu,
de Rubén Fernández Parra,
la imagen definitiva
la que por fin nos valga
para decir padre Luis
tus anhelos entre salvas
y salves ya se cumplieron,
si será así que hasta
con Manolo Marvizón
se elevó al pentagrama.
Ya se remató tu sueño
pero la historia no acaba
porque ahora mayores
se nos hacen las palabras
y Tu eres compromiso,
no procesión olvidada
cuando pasan estas fiestas
y la Navidad se implanta.
Y de esta trayectoria
me quedo con la legada
herencia de toda la fe
que sembraste, Luz amada,
letanía de los cursos,
nuestra bienaventurada
cada año que escuchaste
nuestra voz hecha plegaria.
Tantos nombres que me ponen
este nudo en la garganta,
tras Serra, Silva y Suescun
y los Mariños en tanda
iba mi nombre en la lista,
Vega y Villén a mi espalda.
Esas fotos en el patio
quién las tiene, quién las guarda,
están todas, es seguro
en tu pecho retratadas.
Déjame verte, Canijo
porque cada Madrugada
al lado de un Simpecado
tu farol la iluminaba
porque Ella se hace luz
cuando la luz nos falta,
mi hermano José María
con la Cieguecita anda
y Ella le presta sus ojos
de ver solo con el alma.
Contigo, mi Virgen niña,
niño vuelvo a aquellas aulas.
Ay puntos rojos de inglés,
la solución exacta
de los “seros del Muñós”,
sabio de matemáticas,
como Camacho, el temor
de salir a la pizarra
donde su tipo lucía
doña Magdalena Rayas.
Cuantos años Don Jesús,
cuantos, Pura, de enseñanzas,
con Manuel Prieto y Brajones,
oh tiempos de la Canasta,
oh, las primeras alumnas,
el Siles, el Calle, Bendala…
Don Eloy, Don Rafael,
que campeones de España
hicieron al San José
con sus famosas hazañas
en Balonmano y voley
batiendo sus propias marcas.
Decidme oh profesores,
decidme cuántas páginas
llevan vuestros recuerdos
a la emoción grapadas.
Almudena, Leonor,
abristeis cuántas ventanas.
Julio, Santiago, Francisco,
Teófilo, Juan… qué plana,
Javier dando comuniones
y Carlos con sus escalas
pues sus manos al órgano
ni envidian las de Ayarra,
Roberto, Fabián, Miguel
e Isaac, gracias y gracias.
Son vuestras, os las debemos,
de verdad, nuestras medallas.
Fuimos, Señora, los ríos
que hacia tu mar nos llevaban
y otros ríos por aquí
fueron agua relevada…
cómo cambió nuestro cole
cómo cambiaron sus caras
solo tu perseveraste
como Madre Inmaculada
que aquel nombre primero
de los Mártires la palma
en pura y limpia trocaste
para ser más sevillana.
Y ya ha llegado Diciembre
y en celestes se levantan
los colores que del cielo
alimentan nuestras almas.
Si Sevilla fue ciudad
en dogmas adelantada,
el sine labe concepta
es el que más le entusiasma
y hasta el campo de la Feria
esa ola se desplaza
cuando se abren las puertas
y burlándole la traza
del diseño de la Iglesia
y de tu moderna talla
concluida ya la Misa
rompen al aire las marchas
porque el fervor hispalense
es semilla que se agarra
donde la tierra es fértil
y se corta la cizaña,
y como los Padres Blancos
es en eso que se afanan
un año más ya te tienen
tu epifanía preparada.
Tantos párrocos de preste
fueron con su compaña
la Iglesia que tu serpiente
dicta que siempre aplastas.
Siempre adelante, pues,
Paco Piñero avala.
Mecha pide ese cohete
que lo tire Juan el Patas
y que se escuche al lejos
y que tan alto se vaya
que al alumno más antiguo
le retumbe y te soñara
como se sueña lo bueno
que en la vida te acompaña.
Oh hermosísima Virgen
gloria y Reina Inmaculada
yo me siento tan indigno
del honor de quien lo haga
pero levanto mi voz
y aquí dejo proclamada
que la huella más profunda
la nota más aprobada
y con matrícula incluso
como para enmarcarla
sin duda fue tu devoción
que parece que una fragua
en nuestros huesos dejó
a hierro y fuego marcada,
clavo ardiendo, brújula
cuando llega la desgracia
y el norte se desdibuja
y tu inocencia desarma
los enemigos del niño
que fuimos, maldita carga
que la vida va añadiendo
en las vencidas espaldas
de ese niño que aun llevamos,
mas tu oración nos rescata.
Pocas cosas en la vida
podemos tener más claras
que es el celeste símbolo
porque es tu cielo sin mancha,
el cielo que tu nos brindas
en las brunas borrascadas
de las duras travesías
que la madurez desata.
Tu eres ese rayito,
del horizonte la raya,
y ese azul inmaculado
que el Génesis trazara.
Tu eres al fin y al cabo
tu siempre nuestra bonanza.
Porque tú nos haces niños
y Dios a los niños llama,
tendremos el ultimo día,
el día del Cara a Cara
que parecer cuando fuimos
quienes feliz esperaban
con los deberes ya hechos
que llegaran las jornadas
de estos gozos de Diciembre,
tus fiestas tan anheladas.
Las del cohetazo limpio,
las que en desfile empezaban,
el elástico del cuello
que sujeta la corbata
si es que ese año no ibas
en camiseta y en chándal
con aquellos monigotes
que bajo los aros saltan,
dibujando un ajedrez
con las tablas de gimnasia.
Rompan filas, sean felices,
la tómbola qué pasada,
y las carreras de sacos
y con las piernas atadas
el más clásico partido
que en el año se jugaba,
pero mira que Adalberto
su sotana se remanga
y empieza a jugar también
con ínfulas de Kubala.
Los fuegos artificiales,
Vigilias por sevillanas
los Festivales por cursos,
algunos años al alba,
marathón de actividades,
todo viene en el programa
como viene que en la calle
y con liturgia de gala
serás el broche y el cierre
como eres la portada.
En sus archivos, Vigil
las tiene coleccionadas.
Parecerá Cuéntame
aquel tiempo de Embrujada,
el Virginiano, Un-dos-tres,
y los buenos de Bonanza
y los juguetes de Geyper
ocupando media carta
a Melchor, Gaspar, Baltasar,
siempre un madelman me echaban.
Qué orgullo del colegio,
ahora San José es quien habla,
un truco nos reconoce,
te dice si eres de casa,
tal que nadie Macarena
dice por la Resolana,
porque allí los Macarenos
solo dicen Esperanza
pues aquí los padres blancos
no se dice porque basta
decir soy del San José,
que el San José es nuestra patria,
un sello que no se va,
una élite, una casta.
Aquí hubo un carpintero,
más callado que una estatua,
el que vendía los cuadernos
en la puerta de la entrada
que pienso si acaso era
de verdad el patriarca
andurreando callado
en su taller entre tablas,
siempre desapercibido,
dando su paz sin cobrarla,
y cerca de quien tenemos
por su sierra moldeada
este arrobo por María,
por nosotros desposada.
Y hoy volvemos los mayores
pues al verte nos alcanzas
esa niñez que interesa
no tener tan alejada,
nuestras lámparas de aceite
que tener bien preparadas.
Por eso tu eres a un tiempo,
también nuestra Esperanza
y ese matiz de tu esencia
ya nos toca las entrañas
si no fuera suficiente
lo que consta nos tocaba.
Tu lo eres todo, Señora.
Reina, Madre y Capitana.
Sostén de la Trinidad.
Rebosante de la Gracia.
Puente primero del hombre.
Enfermera que nos sana
y eres la Madre de Dios,
que legiones entregadas
rancataplán los tambores
su Emperatriz te llaman,
la misma en los Remedios
que el Viernes en calle Parras,
esa también eres tu
sí, esa que nunca pasa
porque aquí aprendimos
a llamarte guapa y guapa,
y si pasa, aquí te quedas
por la Cruz iluminada.
Quién como tu tan humilde
quién las tormentas amansa.
Por eso y por mucho más,
y ya por verte elevada
al escabel de tu paso,
el silencio ya me manda
a decir para acabar
lo que siempre me chocara.
Que la torre de esta Iglesia
no tuviera su campana.
Es como una torre muda,
o una sorda espadaña
con su canto prisionero
y su gloria amordazada,
sin su viejo campanero
saludando las terrazas,
torre triste, ¿torre falsa?
perdonad el pensamiento
pero de siempre me extraña
pues parece hecho a posta
en los planos y en su planta
y mira que los Barquin
a arquitectos nadie gana.
Por modernidad quizá.
Fue una apuesta con agallas
este templo en su momento,
y de esa orden hermana,
los agustinos, su prior
también su gubia apostara,
con el Cristo, San José
y contigo, que la guasa
hizo a alguien confesar
que le quitaba las ganas
rezarle a unas imágenes
que no estaban acabadas.
Pero eso lo desmienten
una a una las pisadas
de nuestras suelas gorila
y las combers hoy usadas
que ante ti se dejaron
rodillas arrodilladas.
Y lo desmiente el contenido
de esta poesía tan larga.
Pero que alguien me diga
por qué falta la campana.
Eso siempre pregunté
si que nadie contestara.
Y era una duda frecuente
tantas veces formulada
pues que bien recordareis
estaba allí dibujada
en los cuadernos del cole
la torre bien resaltada.
La torre es nuestro colegio,
nuestra torre sin campana.
Y en el cine, en Molokai
quién con ella no lloraba,
sobre todo cuando muere
papa Damián y se calla
la vieja campana rota
de aquel día que llegara.
Mas hoy lo sé, hoy Señora,
se que eres tu la campana
y como ecos nos sueñas
por oir que repicaras
cuando todos tus alumnos
del hoy, ayer y el mañana,
de los antiguos alumnos
a los párvulos de bata
llevándote en el corazón
somos tu mejor diana
que en el mejor de los bronces
resulta más floreada.
Porque sea su materia
preferiblemente humana
la preferiste al metal
para que de ti copiaran
la alegría y la belleza,
la bondad y la templanza,
las promesas de tu Hijo,
la razón y cada causa
para responder al mundo
sus preguntas complicadas.
Tu eres sí, la campana
y para que tu resuenes
en tu fecha inmaculada
me callo de amor rendido
y que el silencio se haga,
y perdona si lo dicho
lo desdigo con mis faltas
que sirva de confesión
mas fue por ti inspirada
y si por unos minutos
fui yo tu lengua prestada
el sonido lo devuelvo
porque suene tu campana.
Suena a repique de Gloria,
a pino mayor, lo que manda
cuando llega tu gran día
Día de la Inmaculada.
Tu eres para nosotros
y aquí lleno yo tus jarras
del magnolio de Cernuda
la de las hojas más blancas,
de un naranjo en primavera
la más dulce bocanada,
y de las damas de noche
(que ayer, cosa tan rara,
volví a oler, tu sabrás)
ese mareo que embriaga.
Y de todas las macetas
la color más variada
porque sepan que María
no es del dolor la estancia.
Tu el dolor lo transformas,
alegría prolongada,
y si suspiras nos secas
todas nuestras lágrimas.
Tú, flor de la jacaranda.
y en los jardines sublimes
la más sublime acacia
con el olor que en los dedos
nos impregna la albahaca.
Cómo por las vidrieras
la tez se te pone malva
y sus pétalos te llenan
cuando la luz te resbala.
Y te vi en los arriates
de verde coloreada
pues ya lo he dicho
tu eres nuestra Esperanza.
Y que no te falten rosas
en tallo o en petaladas,
que si el talco de su aroma
copia tu faz inclinada,
es que el tacto de su piel
es como tu piel besarla.
Mira Madre cómo llenan
tus hijos todas tus jarras
y si no le cabe al paso
pues alfombren tus pisadas
y sean camino de amores
y lluvia precipitada
que te rebose de flores
y te vista con la saya
con que te ven los ángeles
con sus invisibles alas,
las flores en que se cuajen
las oraciones rezadas
y que a los pies del Padre
con un beso tu trasladas.
Esas flores yo las veo
en tu paso arracimadas.
Todas, todas, todas, todas.
Todas, si, ninguna falta.
Esta ahí la más reciente
y aun la mía que bien guardas
aquella de aquel día,
lo sabéis mis madres, ambas.
Mayo del sesenta y dos.
Tu una Virgen estrenada
y en el vientre de mi madre
aun semilla, casi nada
yo, una prometida flor
que ya a tus plantas llegaba.
Tal vez se ha marchitado
el frescor que le soñabas
aquí estoy, pobre bajel,
ocasión inesperada,
que ya sin duda aprovecho
y le debo a Sánchez Lara
para decir, Virgen mía
con tu oración en mi alma,
con mi pupitre cerrado
y mi cartera a la espalda,
que tu mano aun me lleve
-amorosa pero sabia-
y que tu luz aun me guie
-aun con mi vista nublada-
y tu corazón me sostenga
-en mis fuerzas ya gastadas-
oh hermosísima Virgen María,
oh Virgen Inmaculada
que siempre seamos flores,
hijos fieles, a tus plantas.