En primer lugar agradeceros vuestra asistencia a este acto que celebramos el curso pasado por primera vez, y que se ha convertido en el comienzo oficial de nuestras fiestas de la Inmaculada. Qué mejor forma de comenzar que poniéndonos delante de Ella para rezarle.
Y aunque comenzamos hoy oficialmente, desde hace ya algunos días se respira en el colegio un ambientillo especial, diferente al de muchos otros momentos del curso.
Para todos los que componemos la Comunidad Educativa, pero sobre todo para nuestros alumnos, son momentos de alegría, de nervios, de emociones… Momentos de vivir su colegio de una forma diferente y de ir grabando en su mente y en su corazón recuerdos que permanecerán con el paso de los años.
Y uno de esos recuerdos imborrables, y para muchos uno de los más importantes, es su Virgen del colegio, la Virgen Inmaculada. Curso tras curso vemos la carita de alegría de los más pequeños que en algún momento del año bajan a verla a la capilla, o que cada día 6 de diciembre vienen entusiasmados a ofrecerles sus flores y a aprender a rezar con Ella.
Y esos pequeños van creciendo, superando cursos, se convierten en antiguos alumnos con los que luego tienes la suerte de encontrarte, y te cuentan que esa Virgen que aprendieron a querer en el colegio está presente en muchos momentos de su vida e incluso después de muchos años, siguen recordando y rezando su oración.
Y si hay un ejemplo claro de ese niño pequeño que creció junto a Ella, aprendiendo a rezarle, y que la sigue teniendo muy presente en su vida, ese es Miguel Roda, nuestro amigo Mickey, al que tengo el placer de presentar esta noche.
Todo el que le conoce, tiene clara su devoción por la Virgen. Devoción por su Esperanza de Triana y devoción por la virgen de su colegio. Colegio del que le gusta presumir allá por donde va, y al que sigue vinculado directamente desde hace años ya como monitor de extraescolares. Y me atrevo a decir que quizás, independientemente de su pasión por entrenar, ese vínculo que sigue manteniendo con el colegio es una manera de poder seguir físicamente lo más cerca posible de su Virgen Inmaculada.
Ya como alumno era de los primeros en coger su velita y acompañarla en aquellas procesiones de noches de frío que muchos recordaremos. Y desde hace ya muchos años sigue fiel a su cita cada día 8 de diciembre, para ponerse el costal y sus zapatillas blancas y pasearla por las calles del barrio, junto a sus hermanos Leo y Rafa.
Y me consta que ese amor por la Virgen Inmaculada es un sentimiento heredado fundamentalmente de su madre, compartido por el resto de su familia, y que él sigue intentando transmitir también a sus hijos, cuando le veo llevando a alguno de ellos al lado del faldón del paso en alguna chicotá o cuando lo coge en brazos en algún relevo y le pide que le tire un beso a la Virgen.
Querido Mickey, estoy seguro que como buen periodista vas a saber transmitirnos ese sentimiento que Ella te genera y que llevas tan dentro de
ti. Que su mano te lleve y su luz te guíe en este momento de oración que vamos a poder compartir contigo.
Muchas gracias.
Pío Bullón